La tarde del próximo martes, 115 cardenales
menores de 80 años, procedentes de 51 países, se encerrarán en la Capilla
Sixtina para tratar de elegir al nuevo pontífice de la Iglesia católica,
después de que el anterior, Benedicto XVI, hiciera efectiva su renuncia el
pasado 28 de febrero a las ocho de la tarde. Después de cinco días de
reuniones, el colegio cardenalicio —formado por los 115 electores y los 90
purpurados mayores de 80 años— decidió este viernes fijar la fecha del cónclave
para el día 12. El rito será cumplido con toda la solemnidad de que es capaz el
Vaticano. En el momento en que un candidato obtenga los dos tercios de los
votos, el cardenal decano le preguntará: “¿Aceptas tu elección canónica para
Sumo Pontífice?”.
Por la mañana, los 205 cardenales
participarán en la basílica de San Pedro en la misa Pro eligendo Romano
Pontifice, a la que podrán asistir todos los fieles que madruguen y el cuerpo
diplomático acreditado ante la Santa Sede. Por la tarde, los 115 electores
—eran 117, pero el cardenal indonesio Darmaatmadja ha renunciado por enfermedad
y el escocés O’Brien por un viejo asunto de acoso a otros sacerdotes— se
reunirán en la capilla Paulina para ir en procesión a la Capilla Sixtina. En el
trayecto recitarán letanías y entonarán cánticos para invocar la ayuda del
Espíritu Santo. Una vez bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, lo primero que
harán los electores será comprometerse bajo juramento a no revelar jamás lo que
allí suceda. El recinto ha sido blindado electrónicamente para evitar cualquier
tipo de conexión con el exterior.
Las votaciones serán secretas. Los cardenales
recibirán unas tarjetas rectangulares con la inscripción en latín “eligo in
Summun Pontificem”. Deberán escribir solo un nombre —más de uno convertiría el
voto en nulo—, intentando que su caligrafía no pueda ser reconocida. Son muy
curiosas las normas que la constitución apostólica Universi Dominici Gregis
contempla para garantizar una votación limpia. Entre otras cosas, advierte de
que si se produce una votación entre los dos candidatos más votados, los
interesados no pueden participar, y que si se detecta un caso de compra de
votos —el llamado delito de simonía—, los infractores serán excomulgados,
aunque el voto será valido. También está prohibido llegar a cualquier tipo de
pactos para orientar el voto.
Si el martes ningún candidato obtuviese los
77 apoyos necesarios para ser elegido papa, sobre el cielo de Roma se elevará
una fumata negra, y los cardenales volverán el miércoles a la Capilla Sixtina e
intentarán de nuevo el consenso mediante dos votaciones por la mañana y dos por
la tarde. Si el desacuerdo persistiera después de tres días de votaciones, los
electores tomarán un descanso un día para dedicarse a la oración y al cambio de
pareceres. Tras la pausa, se iniciará otro turno de siete votaciones. En
cualquier caso, ni la experiencia ni lo sucedido estos días inducen a temer que
las votaciones se eternicen. En primer lugar, porque desde el siglo XIX ningún
cónclave ha durado más de cuatro días. En 1978, solo se tardó dos días en
elegir a Juan Pablo II, y en 2005, solo día y medio para elegir a Benedicto
XVI. Y, en segundo lugar, porque durante las congregaciones generales que se
han celebrado desde el lunes en el Vaticano se ha adelantado mucho el trabajo.
Más de 100 cardenales de los 153 presentes ya han intervenido y los principales
objetivos de los encuentros —conocerse entre sí y poner en común cuál es la
situación de la Iglesia y cuáles sus necesidades— parece que se han alcanzado.
Muchos de los cardenales, sobre todo los procedentes de Estados Unidos,
insistieron en que, antes de elegir al sucesor de Joseph Ratzinger, necesitaban
saber los detalles del caso Vatileaks, la filtración de documentos secretos del
Papa.
Tal vez el martes por la tarde, el cardenal
Giovanni Battista Re —que sustituirá al cardenal Angelo Sodano, que tiene 85
años y por tanto no podrá entrar en la Capilla Sixtina— obtenga respuesta
positiva a la pregunta: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”.
En ese caso, volverá a hacer otra pregunta: “¿Cómo quieres ser llamado?”. Una
fumata blanca se elevará sobre el cielo de Roma y una nueva etapa para la
Iglesia será anunciada al mundo bajo la vieja fórmula: “Habemus Papam”.
fuente:elpais.com
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